Una de las sociedades secretas que con mayor frecuencia recurre en la literatura «conspiracionista» (también católica) es la de los Illuminati. Dan Brown, por ejemplo (y para citar un autor que convierte sus calumnias, sus manipulaciones y sus fantasías en realidad histórica), la transforma en el sujeto fundamental de la trama de su última novela «Ángeles y Demonios». Ahora bien, ¿qué hay de cierto y de falso en la leyenda de esta sociedad secreta?
Una de las sociedades secretas que con mayor frecuencia recurre en la literatura «conspiracionista» (también católica) es la de los Illuminati. Dan Brown, por ejemplo (y para citar un autor que convierte sus calumnias, sus manipulaciones y sus fantasías en realidad histórica), la transforma en el sujeto fundamental de la trama de su última novela «Ángeles y Demonios». Ahora bien, ¿qué hay de cierto y de falso en la leyenda de esta sociedad secreta? La respuesta nos la ofrece un cuestionario sobre las preguntas más frecuentes acerca de los Illuminati que el sociólogo de las religiones (además de experto internacional de fundamentalismo y terrorismo islámico), Massimo Introvigne, ha publicado en la página web del Centro Europeo Sobre Las Nuevas Religiones (CESNUR) de Turín*. El mismo autor, en una entrevista concedida a un diario italiano (1), nos da asimismo las razones para entender el éxito de estas novelas (en especial, del Código Da Vinci) y de las varias teorías de la conspiración: según él "Las razones son distintas. La primera es el deleite en períodos de crisis, cuando la historia se hace complicada, por teorías de la conspiración que la semplifican. El segundo es la boga anticatólica, que hoy ya no viene principalmente del mundo protestante (que al contrario ha sido el primero en movilizarse contra “El Código Da Vinci”) sino de los legisladores de lo políticamente correcto feminista, abortista y pro-gay. El tercero es que “El Código Da Vinci” es un poco el manifiesto de aquellos que quieren creer pero no quieren pertenecer a instituciones religiosas ni derivar de las religiones códigos y normas de comportamiento. Como hemos visto, se trata de la mayoría de los occidentales”
Bien, ahora pasemos al cuestionario y a la realidad sobre los Illuminati. Que cada uno saque sus conclusiones.
Ángeles y Demonios de Dan Brown es la última de las muchas novelas que afirman que los Illuminati son, o han sido, una poderosísima sociedad secreta. ¿Pero, se trata sólo de una novela?
No según el mismo Dan Brown. En su página web el novelista americano defiende que: “Sociedades secretas como los Illuminati recurren a las medidas más extremas para quedar escondidas. Aunque muchos informes de servicios secretos hayan sido escritos sobre esta sociedad, pocos han sido publicados. Las teorías sobre el complot de los Illuminati hablan de una infiltración del Parlamento inglés y del Departamento del Tesoro americano, de una conexión secreta con la masonería, de una afiliación con sectas satánicas clandestinas, e incluso del renacimiento de su antiguo propósito de destruir el Vaticano. Separar la realidad de la ficción a propósito de los Illuminati puede ser difícil a causa de la intensa cantidad de desinformación que ha sido difundida sobre esta sociedad secreta. Algunos piensan que esta plétora de desinformación haya sido creada por los mismos Illuminati para desacreditar anticipadamente toda información factual que haya podido salir a la luz. Esta táctica para ocultar los hechos – conocida como “siembra de noticias” – es usada a menudo por los servicios secretos americanos”. Dan Brown parece aquí más crédulo cuanto a la existencia en nuestros días y al poder de los Illuminati que su mismo personaje Robert Langdon.
Sin embargo la existencia de los Illuminati es un hecho histórico, ¿verdad?
Sí. El Orden de los Illuminati es fundado el 1 de mayo de 1776 en la Universidad de Ingolstadt, entonces parte del Reino de Baviera, en Alemania, por un profesor de derecho, Adam Weishaupt (1748-1830). Los Illuminati constituían una interesante organización, que por una parte ofrecían a sus miembros rituales esotéricos, por otra tenían un objetivo político y aspiraba a derrocar el régimen monárquico, católico y más bien conservador, del Reino de Baviera, sostituyéndolo con una república inspirada en las ideas de la Ilustración.
¿Pero la Orden de los Illuminati era un ramo de la masonería?
Al principio Weishaupt era más bien crítico hacia la masonería, y se propone fundar una orden autónoma, con rituales distintos. Sin embargo, sus primeros rituales no consiguen atraer un número suficiente de seguidores, y en febrero de 1777 Weishaupt es iniciado como masón en una logia de Múnich llamada Zur Behutsamkeit (“A la Prudencia”). En 1780 un personaje ya bien conocido en la masonería alemana, el barón Adolf Franz Friedrich Ludwig von Knigge (1752-1796), se adhiere a los Illuminati y en el período enero 1781 – enero 1782 reelabora los rituales de éstos en una forma más propiamente masónica. Mas, si es verdad que estos rituales son de tipo masónico y que muchos de los miembros de los Illuminati son masones, técnicamente no se puede afirmar que la Orden de los Illuminati sea «un ramo» de la masonería, tratándose más bien de una orden independiente.
¿Y los Illuminati han tenido éxito?
En cierto sentido, sí. Los nuevos rituales de Knigge atraen bastantes miembros, y los Illuminati en el transcurso de su historia inician alrededor de 2.500 personas en Baviera y en otros numerosos Estados europeos, un número no pequeño para las órdenes iniciáticas en general. En otro sentido, sin embargo, los Illuminati fracasan: no consiguen realizar su proyecto político. Entre 1784 y 1787 la policía bávara se adueña de varios documentos comprometedores que prueban como el de los Illuminati sea en efecto una conspiración que aspira a derrocar el gobierno. Algunos miembros son detenidos, pero no son tratados muy severamente: salieron del paso con algunos meses de cárcel o con fuertas multas. Weishaupt escapa de Baviera y conduce una existencia más bien pacífica en otros Estados de Alemania hasta su muerte en 1830. Los Illuminati sobreviven durante algunos años fuera de Baviera merced a uno de sus dirigentes, Johann Joachim Christoph Bode (1730-1793), pero en 1790 abandonan toda actividad.
En los planes de los Illuminati, ¿hay realmente algo de siniestro?
Sí. Sus objetivos políticos no son perseguidos sólo con medios legales. En octubre de 1786 la policía registra la residencia de un importante miembro de los Illuminati, el diplomático Franz Xavier von Zwack (1755-1843), y secuestra documentos que demuestran como la Orden proyecte usar el veneno contra sus enemigos, aunque no haya pruebas que estos planes hayan sido llevados a la práctica.
¿Pero los Illuminati no reclaman que su Orden es más antigua de 1776?
Cierto. Al principio, Weishaupt explica que los Illuminati han sido fundados por el último rey de Persia que ha profesado la religión zoroastriana, Yadzegerd III (+651 d.C.), que él confunde con Yadzgerd II (+457 d.C., rey de Persia desde 438 al 457), y a partir de ello construye una compleja genealogía en la cual implica a muchos afamados personajes históricos. Cuando Knigge se adhiere a la Orden, pide a Weishaupt las pruebas de esta genealogía. Weishaupt le contesta con una carta de enero de 1781 en la que afirma que la genealogía es una “inocente mistificación”, necesaria porque bien pocos se hubieran interesado a una orden que se presentara como recién fundada (cfr. René Le Forestier, Les Illuninés de Bavière et la francmaçonnerie allemande, Hachette, París 1914, pág. 227 – este libro, que procede de la tesis doctoral de un ínclito historiador francés, constituye aún hoy la fuente primaria en todo lo que guarda relación con los Illuminati). En lugar de ofenderse, Knigge está de acuerdo sobre el hecho que una genealogía mítica sea necesaria, y construye una nueva donde declara que los Illuminati han sido fundados por Noé y “despertados” (el término es de origen masónico) tras un período de decadencia por San Juan Evangelista.
¿Y los templarios? ¿No guardaban ellos también relación con los Illuminati?
Sí, pero sólo según la genealogía de Knigge. En realidad toda la masonería alemana de la época reivindica los templarios como antepasados. La explicación está en el hecho que, cuando la masonería penetra en Europa continental desde la Gran Bretaña, muchos nobles europeos a los que es propuesta la adhesión son reacios a entrar en una organización cuyos reales orígenes se ubican en las corporaciones de los “libres albañiles” que aglutinaban, junto a los arquitectos, también a los simples operarios constructores. En 1736 el caballero André Michel de Ramsay (1686-1743) asegura en un famoso discurso a los nobles franceses, que espera reclutar en la masonería, que en realidad las corporaciones de libres albañiles británicas han dado cobijo a «caballeros perseguidos», creando así un origen del todo mítico – pero más aceptable – para las logias masónicas. En Alemania, donde ya desde años corren especulaciones sobre una pretendida continuación secreta de la Orden de los Templarios tras la supresión de 1307, los “caballeros perseguidos” de Ramsay son rápidamente identificados, precisamente, con los templarios. Es verdad que después de 1307 los templarios han continuado a existir por algún tiempo en algunos países europeos, pero la idea de una prosecución de éstos tras el siglo XV es considerada por los especialistas académicos de la historia de los templarios “completamente demencial” y ligada a leyendas “unifórmemente estúpidas” (así se exprime la historiadora francesa Régine de Pernoud [1909-1998]). En realidad todas las organizaciones esotéricas fundadas desde el siglo XVIII hasta hoy se equipan con genealogías míticas que se remontan a los templarios, a Noé, a San Juan o a Salomón y pasan por personajes famosos de la historia, de la literatura y del arte. Por regla general sus miembros menos desprevenidos son conscientes del carácter meramente simbólico y mítico de estas genealogías. Ciertamente sea Weishaupt sea Knigge saben bien que las genealogías que proponen a los miembros de los Illuminati son «simbólicas» o, para decirlo de manera más sencilla, inventadas por ellos. No existen Illuminati antes de 1776.
¿Pero entonces no han sido los Illuminati a proyectar y guiar la Revolución francesa?
No es del todo correcto. Autores hostiles a la Revolución, como el protestante John Robinson (1739-1805) y el católico padre Agustin Barruel (1741-1820), defienden tras el 1789 que la Revolución es fruto de una conspiración masónica en el curso de la cual la masonería francesa ha sido dirigida por los Illuminati. En esta sede no es necesario desatar los complejos nudos históricos relativos a las relaciones entre masonería, Ilustración y Revolución francesa. Podemos sin embargo afirmar con seguridad que los Illuminati, que en 1789 estaban a punto de cesar su existencia, no han guiado la Revolución francesa, y no han ni siquiera dado una contribución importante a su proyectación. Los vínculos entre la Orden bávara y la masonería francesa existen, pero son más bien ténues. La mayoría de los masones franceses (entre otras cosas bastante divididos entre ellos en el siglo XVIII) no aman los Illuminati, ni estarían dispuestos a dejarse «dirigir» por una orden alemana. Por una serie de razones políticas, los escritos de Robinson tienen no obstante particular éxito en los Estados Unidos, donde el presidente Thomas Jefferson (1743-1826) es reiteradamente acusado por sus adversarios de ser miembro de los Illuminati.
No obstante, ¿no es acaso verdad que el reverso del sello oficial de los Estados Unidos – aquél que aparece todavía hoy en los billetes de un dólar y representa una pirámide inacabada coronada por un ojo en un triángulo – es un símbolo de los Illuminati?
No, no es verdad, aunque se siga repitiéndolo casi por doquier. El símbolo con la pirámide inacabada y el ojo en el triángulo no se encuentra de ninguna manera entre los Illuminati. En realidad no es ni siquiera un símbolo masón, aunque en la masonería del siglo XVIII y XIX, fascinada por todo lo egipcio, se encuentren a veces símbolos parecidos. La específica pirámide usada en el símbolo americano es sacada de la Pyramidographia, un libro publicado en 1646 en Londres por John Greaves (1602-1652) tras un viaje a Egipto. El ojo en triángulo es presentado por el secretario del Cogreso americano, Charles Thomson (1729-1824) – que entre otras cosas jamás había sido masón -, en su discurso en 1792 que precede el voto con el cual el Congreso adopta oficialmente el Sello, como un símbolo cristiano, el “ojo de la Providencia” trinitaria que preside los destinos de los Estados Unidos. Como tal, el símbolo se encuentra en la iconografía cristiana no sólo prescindiendo de sino también mucho antes de su utilización en algunas fuentes masónicas.
Sin embargo muchos han aceptado la teoría según la cual los Illuminati guian el mundo, o al menos los Estados Unidos...
En realidad la han aceptado en pocos antes de 1975. Desde la mitad del siglo XIX la teoría del “gran complot de los Illuminati” se encuentra sólo entre una minoría de autores “conspirativistas” no particularmente conocidos al gran público. En 1975 es publicada la trilogía Illuminatus de la cual son autores Robert Joseph Shea (1933-1994) y Robert Anton Wilson (nacido en 1932). Las tres novelas son escritas en tono satírico, y Shea y Wilson forman parte del grupo neo-pagano (difícil de entender si no se enmarca en la contracultura hippie de la que nace) de los Discordianos, que veneran Eris, diosa de la Discordia y del Caos, jugando «bromas cósmicas» al mundo entero. Se trata en realidad de novelas libertarias, donde Weishaupt no muere en Alemania sino emigra en las colonias británicas del Nuevo Mundo, donde toma el nombre de George Washington y se convierte en el primer presidente de los Estados Unidos. Cuando éstos se revelan un Estado reaccionario y represivo guiado por los Illuminati, los Discordianos organizan la resistencia en nombre del Desorden, del Caos y de la Gran Diosa Eris. Sólo tras la trilogía de Shea y Wilson los Illuminati comienzan a aparecer en todas partes, desde El Péndulo de Foucault de Umberto Eco (1988) a la película Lara Croft:Tomb Raider (2001), y en otro número innumerable de películas, novelas, cómics, juegos de rol. Lamentablemente, no todos se dan cuenta de la naturaleza de la trilogía Illuminatus, incluso algunos defienden explícitamente que Shea y Wilson fingiendo bromear han publicado informaciones absolutamente fehacientes. Estas teorías tienen cierto éxito en ambientes fundamentalistas protestantes americanos. Son expuestas en particular por Milton William Cooper (1943-2001), que muere el 5 de noviembre de 2001 en un enfrentamiento armado con agentes de policía. Cooper rechazaba pagar los impuestos al gobierno de los Estados Unidos, alegando que estaba controlado por los Illuminati.
¿Y la Skull and Bones (“Calavera y Tibias”), la famosa sociedad secreta que reune estudiantes y ex-alumnos de la Universidad de Yale? A menudo se oye decir que es un ramo de los Illuminati...
En realidad las dos organizaciones no tienen nada en común. La sociedad Skull and Bones es fundada en 1832 por William Huntington Russell (1809-1885), cuando como hemos visto los Illuminati no existían ya desde más de cuarenta años. Algunas vagas semejanzas derivan del hecho que sea los Illuminati de Weishaupt sea la Skull and Bones de Russell han sacado elementos de las sociedades «secretas» estudiantiles que existían en las universidades alemanas desde el siglo XVIII. Entre paréntesis, muchas leyendas que circulan sobre la sociedad Skull and Bones carecen de todo fundamento. Es verdad que la componen personas ricas y poderosas, pero también es cierto que las personas ricas y poderosas no son precisamente raras entre los ex-alumnos de una universidad como Yale. La Skull and Bones es la species de Yale de un genus, la sociedad «secreta» estudiantil, todavía muy difundida en los Estados Unidos pero desaparecida en Europa desde hace tanto tiempo que nos resulta difícil entenderlo. Entre otras cosas, en 1986 ha sido definitivamente verificado que la famosa calavera que entra en el nombre de la Skull and Bones no es el del legendario jefe indio Jerónimo (1829-1909). Los Apaches, a los que la sociedad estaba dispuesta a devolver la calavera, lo han hecho examinar, han concluido que no tiene nada que ver con Jerónimo, y han rechazado quedarse con él.
Sin embargo, una Orden de los Illumanti vuelve a aparecer en el siglo XIX, ¿no es verdad?
Sí. En el marco del denominado “despertar del ocultismo” alemán que comienza en el último decenio del siglo XIX, Leopold Engel (1858-1931) “despierta” la Orden de los Illuminati el 12 de marzo de 1901. Engel y el co-fundador Theodor Reuss (1855-1923) – que más tarde se hará famoso por sus actividades en el campo de la magia sexual y su colaboración (no siempre pacífica) con el famoso magista inglés Alesteir Crowley (1875-1947) – habían comenzado a hablar de un “despertar” de la Orden desde 1896. Más tarde, tratarán de antedatar este “despertar” a 1880, una fecha seguramente falsa. Como siempre ocurre en estos casos, Engel y Reuss aseguran a los miembros de la recién nacida orden sea que sus orígenes son muy antiguas, sea que se trata de una legítima reproposición de los Illuminati de Baviera, cuya sucesión se habría transmitido de padre en hijo dentro de la familia de Reuss. Se afirma que los Illuminati encuentran sus orígenes en India y luego en Egipto, han inspirado el Renacimiento y la posterior primavera de las artes y las ciencias en Italia (de aquí las referencias a Gian Lorenzo Bernini [1598-1680] y Galileo Galilei [1564-1642], bien conocidos a los lectores de Ángeles y Demonios), y han tenido entre sus miembros un número impresionante de personajes históricos famosos, desde el mítico Ulises y Aristóteles hasta el mismo Thomas Jefferson. Pero también esta vez Engel acaba por admitir – por escrito – que toda esta genealogía tiene un carácter mítico y simbólico y no va tomada a la letra. Engel más tarde declarará que la idea de una sucesión de los Illuminati de Baviera transmitida dentro de la familia de Reuss ha salido de la creativa fantasía de este último.
¿Pero quién era en realidad Leopold Enge?
Un personaje más bien interesante. Se le puede definir como a un miembro del grupo más interno del grupo de seguidores (organizado como network más que como verdadero movimiento religioso) del visionario y místico austríaco Jakob Lorber (1800-1864). Engel “recibe” gracias a sus capacidades mediánicas el undécimo volumen que completa el incumplido Gran Evangelio de Juan de Lorber. Todavía hoy muchos lobberianos (no todos) aceptan este volumen como parte integrante del corpus de Lorber. Engel es también un prolífico autor de novelas de ciencia ficción y de cuentos para fascículos populares, un género un tiempo despreciado pero actualmente redescubierto por los críticos. En efecto, parece que Engel viva una doble vida como seguidor de Lorber y como fundador de los Illuminati, manteniendo separadas sus dos actividades, aunque en el material que prepara para su Orden de los Illuminati no es difícil notar una influencia lobberiana.
¿Y los Illuminati existen todavía?
Sí, aunque reducidos a poca cosa. Perseguidos en la Alemania nazi, los Illuminati sobreviven en Suiza merced a la actividad de Felix Lazerus Pinkus (1881-1947), un rico economista de ideas socialistas. Pinkus inicia Hermann Joseph Metzger (1919-1990), un ex-panadero e hipnotista de teatro, que mantiene en vida la Orden de los Illuminati hasta su muerte, en 1990 y establece un centro en Stein, en el Cantón suizo de Appenzeller Externo. Un pequeño número de sus discípulos vive o al menos se reune periódicamente todavía hoy en Stein, y se trata de los únicos herederos legítimos de la Orden de los Illuminati de Engel. Por supuesto, hoy cualquiera puede adherir a un amplio número de «Órdenes de los Illuminati”, algunas incluso vía Internet (con tal que se tenga tarjeta de crédito), pero se trata de órdenes que existen sólo sobre el papel y en todo caso no tienen siquiera aquélla «legitimidad» que procede de una sucesión que origina de Engel.
¿Dan Browon tiene razón cuando define a los Illuminati como los protagonistas de un complot para “destruir el Vaticano” en nombre de la razón y de la ciencia?
Como se ha visto, los nombres de científicos famosos citados como miembros de los Illuminati forman parte de genealogías míticas que no tienen ninguna base histórica. Los Illuminati de Baviera reclutaban principalmente entre abogados, funcionarios gubernamentales, y también entre algunos miembros del clero de ideas ilustradas, tenían entre sus miembros poquísimos «científicos» de profesión, si es que tenían alguno. A sus nuevos reclutas enseñaban una blanda versión de la Ilustración, próxima a la filosofía de Emmanuel Kant (1724-1804). Weishaupt les aseguraba de estar en contra de la siempre acechante influencia de los Jesuitas (a pesar de que éstos hubieran sido prohibidos – no definitivamente, como quedará claro sólo más tarde – en 1773), pero no contra la Iglesia católica o el cristianismo en general. Sin embargo, quien llegaba a formar parte de su grupo más interno se hallaba expuesto a enseñanzas de tono decididamente anticlerical y anti-católico, y algunos documentos propagandaban abiertamente la lucha contra la religión y el ateísmo. También en la Orden de los Illuminati de Engel había aspectos anticlericales, aunque no se tratara de un tema al cual se dedicaba particular atención. De ésto a defender que las Órdenes de los Illuminati históricamente existidas se propusieran «destruir el Vaticano» hay un salto lógico, y la pretensión hubiera sido objetivamente ridícula considerando las fuerzas reales que los Illuminati – también los de Baviera - tenían a disposición.
¿Los Illuminati son, o al menos han sido, una sociedad secreta muy poderosa?
Ciertamente no lo son hoy. Lo máximo a lo que puede aspirar el grupo de Stein, reducido a una docena de miembros, es sobrevivir. Ni la Orden de los Illuminati de Engel ha tenído nunca un particular poder. Ha tenído, eso sí, una cierta influencia cultural, y dos novelistas de cierta fama, Gustav Meyrink (1868-1932) y Franz Spunda (1890-1963), formaron parte de la Orden. Se trata no obstante de una influencia en gran parte limitada a la subcultura esotérica. Las cosas son distintas en el caso de los Illuminati de Baviera, una organización mucho más relevante que merece más de una anotación a pié de página en la historia alemana. Los Illuminati de Weishaupt consiguen reclutar incluso tres cabezas coronadas, el duque Carlos Augusto de Sajonia-Weimar (1757-1828), el duque Ernesto II de Sajonia-Gotha (1745-1804), y el duque Carlos Guillermo Fernando de Brunswick (1735-1806). Y es Carlos Augusto de Sajonia-Weimar quien persuade a afiliarse a los Illuminati, en 1783, sus dos reclutas más famosos: Johann Wolfgang Goethe (1749-1832) y Johann Gottfried von Herder (1744-1803), los dos más importantes intelectuales alemanes de la época, que además son iniciados para complacer al duque pero no serán jamás realmente activos en la Orden. También es cierto que Weishaupt y sus dos más estrechos colaboradores, sin que las cabezas coronadas y los grandes literatos lo sepan, utilizan los Illuminati para una conspiración política revolucionaria muy real, que hubiera podido tener éxito. Dicho esto, también es importante reiterar que la influencia de los Illuminati – modestísima fuera de Alemania – no va exagerada, y que en 1790 su actividad ha dejado definitivamente de existir. Aquellos que quieren convencernos que una grande conspiración de los Illuminati explica toda la historia mundial desde el siglo XVIII – cuando no desde el Renacimiento – hasta hoy tienen el deber de la prueba que no han siquiera comenzado a exhibir.
Extraído de: http://www.cesnur.org